DOCUMENTAL: “El dilema de las redes sociales”

Aquí hay algo nuevo y único. 

Hace algunos días se estrenó en Netflix el controvertido documental “The Social Dilemma”, dirigido por Jeff Orlowski. Las reflexiones, testimonios e imágenes que ofrece obligan a una necesaria reflexión sobre nuestra relación con las pantallas y las redes sociales. Este documental es imprescindible para quienes estar conectados es, hoy en día, una necesidad vital. También para quienes terminan y comienzan el día pegados a las pantallas de su celular. 

También es altamente recomendable para familias o comunidades, que han visto cómo sus dinámicas de relaciones están invadidas e interrumpidas por la necesidad de pantalla de alguno o varios de sus miembros. No sé si aún queda alguna familia que no viva esta situación.
 
No podemos negar que este tiempo de pandemia nos ha confirmado que las plataformas virtuales permiten cosas impresionantes. Nadie imaginó todo lo que podíamos llegar a hacer a través de una pantalla que manejamos con mayor destreza que hace un año atrás. Sin negar todo lo positivo de este tiempo, este documental devela “la otra cara de la moneda”, frente a la cual hemos sido muy ingenuos. 

El mensaje que se transmite viene de parte de los mismos creadores de las plataformas virtuales más conocidas y populares, a partir del conflicto ético que muchos de ellos han enfrentado. Todos los relatos son muy impresionantes, y reconocen que hay un problema con la tecnología que parece no tener nombre. Y frente a la pregunta: ¿Cuál es el problema? Todos manifiestan un silencio incómodo. 

Dentro de estos testimonios, que son muy lúcidos, resalta el de Tristan Harris, uno de los pensadores detrás de Google, quien reflexiona sobre la responsabilidad moral de los diseñadores. “¿Cómo puede ser posible que 50 diseñadores desde California, entre los 20 y 35 años, controlen la vida de 2 mil millones de personas?” Y por su parte Jaron Lanier comparte algunas lúcidas reflexiones recogidas en su libro “10 razones para borrar tus redes sociales de inmediato”. 

En un primer acercamiento, el documental plantea el vínculo entre el uso de las redes sociales y la salud mental, puesto que estas plataformas explotan la vulnerabilidad de la psicología humana. Se nos despierta ante el hecho de que cada vez que miramos el celular sobre la mesa, imaginamos que puede haber algo nuevo para nosotros. Obviamente esto no es fortuito, aquí hay una técnica y un diseño en base a profundos estudios de psicología persuasiva, y en base a sofisticados sistemas de inteligencia artificial. 

Esta situación responde a una finalidad económica, ya que el único producto para ganar dinero es nuestra atención en la pantalla. “Si no pagas por el producto, entonces tú eres el producto”, dice uno de los entrevistados. Aquí se abre un nuevo mercado dentro de un contexto de “capitalismo de vigilancia”, que ha cambiado drásticamente la manera en que las personas piensan y toman decisiones, y donde lo único que les interesa es que veamos más anuncios para ganar más dinero. Somos más rentables si pasamos el día mirando nuestra pantalla. ¿Nos hemos detenido a reflexionar sobre la cantidad de tiempo que dedicamos a la redes sociales, o estudiar cuál es la publicidad que se nos ofrece antes nuestros ojos? 

Todo lo que hacemos en nuestras redes sociales es rastreado y registrado cuidadosamente. Cada like y cada detención son indicadores que ayudan a construir un modelo de comportamiento. No sólo saben lo que vemos, sino la emoción que nos produce. Nada de lo que pasa en las redes sociales se improvisa, y nunca en la historia de la humanidad hubo tanta información del comportamiento humano. 

Este nuevo modo de vincularnos con la realidad y los demás, ha convertido a nuestros niños y jóvenes en personas muy inseguras de sí mismas. ¿Cómo pretender que nuestros jóvenes sean personas íntegras, si su identidad más profunda depende de un like? Aquí nuestra comunidad educativa tiene un enorme desafío, a la hora de buscar caminos para acompañar a toda una generación que está más frágil y deprimida, y que ante sus inseguridades personales no está dispuesta a asumir muchos riesgos, situación que se ha profundizado con el confinamiento y la ausencia de actividad presencial de estos meses. 

Tenemos que ver cómo la experiencia de fe que le ofrecemos a nuestros jóvenes, les proporciona un sustento firme para construir su vida y su identidad, y les da la posibilidad de una vinculación más honda y consistente que la que posibilitan las redes sociales. La tarea no es sencilla, pero hay que ver cómo ofrecemos caminos de espiritualidad a jóvenes que son sumamente temerosos de encontrarse con ellos mismos, y de enfrentarse a la sombra de su propia soledad. 

La segunda perspectiva del documental ofrece una reflexión más social y política. El modo de funcionamiento de las redes sociales profundiza la exacerbada polarización política, que estamos viviendo en nuestro país y en muchos lugares del mundo. El manejo y control de estas plataformas digitales, llega al punto de manipular a un país completo a distancia, desestabilizar una sociedad o bien incidir en elecciones presidenciales, ya que los gobiernos utilizan estas herramientas con fines electorales y políticos. 


La esfera pública está marcado por los ciberataques y las fake news, que ponen en peligro la democracia y la libertad. No deja de impresionar que una noticia falsa se difunde en Twitter seis veces más rápido que una noticia verdadera. La verdad es aburrida y menos rentable que la mentira. La consecuencia de esto es que mucha gente ya no logra distinguir qué es verdad y qué es mentira, porque al mismo tiempo, tampoco sabe quién es y qué quiere. Por lo mismo, no hay que extrañarse cuando aparece algún conocido diciendo que el coronavirus es un invento para controlarnos. 

Aunque parezca algo básico, el grado de polarización que vivimos nos invita a pensar cómo nuestra comunidad es capaz de crear espacios de encuentro y reflexión, donde podamos convivir sanamente con la diversidad de opiniones y podamos vivir lo político en su dimensión agonal, es decir, como una relación de antagonismo y no de enemigo (Chantal Moufe). 

Sería una ingenuidad creer que después de ver el documental dejaremos para siempre las pantallas y las redes sociales, aunque sería un camino legítimo. La invitación es más bien a tomar conciencia de nuestra dependencia, para luego dar pequeños pasos concretos. Es urgente hacer una reflexión personal, comunitaria y social de nuestra relación con las redes sociales, reconociendo la utopía y distopía que estas nuevas tecnologías generan. La primera urgencia está en la capacidad de los gobiernos de regular este modelo de negocio nefasto, y la segunda dice relación con un cambio personal. No sólo está en juego la calidad de nuestra democracia, sino también la vida y salud de nuestros jóvenes, y también la de nosotros mismos. 






Comentarios

  1. Es un tema muy actual y profundo..que nos trae muchas consecuencias. En este tiempo en que todo transcurre tan rápido, con sentimientos expresados en "likes", la realidad va mucho más allá: recatar la memoria, la historia, que tengan más consistencia que la inmediatez del momento o del sentimiento.
    Ojalá podamos ser seres, personas libres, capaces de afrontar la existencia de otra forma. No atados a lo material ni a visiones narcisistas y egoístas.
    Por otro lado, pienso en la bendita dimensión de cercanía física (encarnación) que ya nos quitó la pandemia de los abusos de autoridad, conciencia y sexuales por parte de los consagrados y luego esta pandemia C19...hemos perdido o lo estamos perdiendo...la belleza del encuentro, del abrazo, de las miradas, de las sonrisas, de ver en el otro (a) el rostro de DIOS.
    Da para mucho este tema de las tecnologías hermano...
    GRACIAS!!!

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  2. La vi ayer. Me impactó. Sobre todo lo vulnerables que somos a la manipulación y las consecuencias nefastas de convertirnos en un producto a la venta. La cosificación en su máxima expresión. El peligro más grande están en los y las jóvenes que sufren tremendas depresiones porque no consiguen los "likes" que desean o porque dependen `peligrosamente de la miradas de otros para construir su propia identidad y sus propias certezas tanto personales como comunitarias.

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