Creer en medio de la “Infodemia”

Es tiempo de amar la justicia, ¡Siempre es tiempo!
Es tiempo de intransables caminos verdaderos
(Esteban Gumucio ss.cc.)


No cabe duda que junto con estar viviendo en medio de una pandemia totalmente desconocida, paralelamente estamos presenciando un interesante fenómeno de pánico global y confusión mediática, incentivado muchas veces por las mismas autoridades o medios periodísticos. La masividad de los medios de comunicación convencionales, digitales y las redes sociales con noticias sobre el coronavirus, hace que estemos viviendo lo que algunos han denominado una “infodemia”. 

En medio de esta avalancha de información, entre el banalismo de matinal, un tremendismo injustificado y frecuentes informaciones falsas (fake news), cuesta diferenciar lo más importante de lo accesorio. En medio de estos dos virus que se van entrelazando, nos podemos preguntar: ¿cómo se pone en juego nuestra fe en relación con los medios de comunicación? Aunque a primera vista pareciera no haber una conexión nítida, nuestra opción de fe se juega muchas veces en el modo que tenemos de mirar la realidad y de informarnos. Cuatro pistas que nos pueden ayudar. 

Tiempo de las preguntas de fondo. Muchas veces el exceso de información (con muchos números y pocos rostros) nos tiene anclados en un presentismo que no nos permite una reflexión más profunda y detenida. 

Es cierto que estamos en un momento sumamente complejo, pero eso no quita que comencemos a hacer una reflexión que vaya un poco más allá del dato numérico (muchas veces reducido a nuevos contagios; activos y recuperados; número de muertos; número de camas disponibles; ventiladores; equipos de alto flujo, etc). Ya va siendo urgente comenzar a reflexionar sobre las causas de lo que estamos viviendo y las consecuencias que vendrán. ¿Cuánto de lo que estamos viviendo es responsabilidad humana? ¿Tiene algo que ver el virus con estas décadas de crecimiento económico indiscriminado, que estamos llevando adelante? ¿En qué universo político y social nos dejará como país toda esta crisis? Necesitamos reflexionar en profundidad los temas que son relevantes para nuestra sociedad y nuestra fe. Pareciera que nos acostumbramos a la cultura de Twitter, que falsamente cree que todo se resuelve en apenas 280 caracteres. Ya es tiempo de preguntas de fondo. 

Tiempo de la pregunta por los empobrecidos. Compartiendo junto a Ronaldo Muñoz (1933-2009), importante teólogo latinoamericano y hermano de los Sagrados Corazones, era posible percibir que al ver las noticias en televisión, solía preguntarse: ¿qué le va a significar a los pobres esta decisión? ¿Será esta decisión una buena noticia para ellos? (no son malas preguntas para estudiantes que en algunos meses más elegirán su futura carrera y universidad). En la misma línea, el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la Teología de la Liberación, no permitió que su reflexión teológica evadiera una pregunta esencial: ¿Dónde dormirán los pobres? 

A partir de los ejemplos anteriores, podemos dilucidar que nuestra fe nos invita a incorporar en nuestra mirada a la realidad, la perspectiva del reverso de la historia y la vida de los empobrecidos. En cada suceso humano, decisión política, nueva ley que se discute, discusión económica, etc., la perspectiva y la voz de los pobres es fundamental. Y muchas veces será responsabilidad nuestra que esa voz sea escuchada, reconocida y valorada. Monseñor Romero, obispo de El Salvador asesinado en 1981, definía su misión como la de un pastor que quería “ser voz de lo que no tienen voz”.

Tiempo de tener una mirada compasiva y cordial de la realidad. Hace algunas semanas hemos podido celebrar la fiesta del Sagrado Corazón, que es un tiempo privilegiado para fijar nuestra mirada en la humanidad de Jesús. Puede ser interesante que el corazón compasivo y herido de Jesús opere como principio hermenéutico para comprender la realidad. En medio de esta avalancha de información, necesitamos una mirada compasiva y cordial de la realidad, que permita priorizar el rostro sobre el número y que sea capaz de preguntarnos ante cada nuevo acontecimiento cuáles son esos sufrimientos de la humanidad que “gimen como dolores de parto” (Cf. Rom 8, 22). Necesitamos reconocer esos dolores que hieren a Dios y a nuestra condición humana, que permitan una compasión activa y una respuesta eficiente como la de Jesús, cuando irrumpía en su camino algún sufrimiento humano. Que la realidad nos duela no quiere decir que caigamos en un emotivismo estéril o paralizante.

En términos prácticos, esto puede significar preferir aquellos medios informativos que son capaces de ir un poco más allá de la fría estadística, para entrar con respeto en esas capas superficiales de la realidad, que muchas veces esconden los verdaderos dramas humanos. Sabemos que algunos de estos medios hacen farándula con la vida de los pobres, pero no todos. 

Tiempo de una mirada dialogante y crítica de la realidad. Nuestra fe no se puede reducir únicamente al ámbito privado, por tanto, se tiene que ofrecer en “la plaza pública”, con la razón suficiente para reconocer que somos una voz más en medio de un pluralismo cada vez más complejo. Una voz importante, pero una más. La dimensión y expresión pública de nuestra fe no es sencilla cuando los medios de información y las redes sociales se transforman rápidamente en trincheras de intolerancia, que solo nos llevan a posturas extremas, que suelen estar llenas de simplismos. Necesitamos crear y participar en espacios de diálogo donde se pueda pensar en serio y a fondo los temas más urgentes de nuestro tiempo y realidad, evitando los foros llenos de violencia y diálogos estridentes, donde todo el mundo ataca y nadie reflexiona. 


Nuestra fe, que no puede vivirse solo desde las redes sociales, nos invita a participar del debate público de manera reflexiva, evitando escribir sin pensar y tolerando la diversidad de opiniones y sensibilidades. No podemos olvidar que el pluralismo (interno y externo) es un valor fundamental que tenemos que defender y construir en base a una cultura de la escucha y el diálogo. Y en medio de este espacio de deliberación, la fe cristiana siempre invita a buscar las preguntas de fondo, y lo que más dignifique y beneficie a los más sufrientes y vulnerables.

Comentarios